BUSCANDO A UN VIEJO CABAÑUELISTA

POR LA ALPUJARRA GRANADINA

 

 

Por    Antonio Baquero Olmos

 

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         Oigo hablar que por ahí, por un pueblecito de la Alpujarra granadina hay un viejo cabañuelista. Ha salido varias veces en el periódico y yo me digo, a ese hombre quiero conocerlo.

 

         Espero a que pase el invierno,  por aquello de que en la Alpujarra hay frío y nieve. Y ya en junio, cojo mi coche y me voy a la aventura, para conocer a este hombre que hace cabañuelas y acierta. Solo sé que se llama Eugenio y que vive en Capilerilla, un anejo de Pitres a 1300 m. sobre el nivel del mar.

 

         Una vez allí, doy un paseo y me encuentro con una señora a la que pregunto por ese tal Eugenio, el de las cabañuelas. Ella, muy amable me indica donde vive. Es un pueblo muy solitario. Creo recordar que es aquí donde Nacho Cano (el del grupo Mecano), tiene una casa para aislarse, relajarse y componer sus canciones. Después me confirmaran que sí, que es allí, un poquitín mas arriba, donde tiene una casa.

 

         Llego a casa de Eugenio, toco a la puerta y me abre un hombre bajito, delgado, hecho en la vida, con ojos azules y de mirada noble, aparenta buena salud; se le nota muy hospitalario y es de fácil conversación. En pocos minutos, me siento como en mi propia casa. Aunque noto que él, ya me ha analizado en un “pis – pas”.

 

         Me invita a pasar, me presento como cabañuelista y le comunico el gran interés que tengo en conocer sus métodos de observación.

 

 

         Eugenio Salguero Quirantes, que es como se llama, ya ha cumplido mas de 80 años. Me cuenta que todo lo que sabe de cabañuelas, lo aprendió de su abuelo y de su padre. Aunque dice que todos los días son de aprender. Que todos los días aprende algo y lo anota en su libretilla, porque según me cuenta, eso hay que estudiarlo y comprobarlo. Últimamente todo está cambiando. Precisamente, me dice, aquí tengo las anotaciones del día de San Juan. Estas anotaciones ya son para el año que viene. Y viene bueno (bueno, se refiere a que viene agua).

 

         El día de San Juan, es muy importante para Eugenio. Si “pinta” bien, es que el año que viene será bueno, me insiste.

 

         Ya metidos en conversación, me cuenta que él hace las cabañuelas de agosto, utilizando el método de los 24 días, o sea, 12 días directos y 12 días de retornas. Y que solo mira desde las 5 de la mañana, que es cuando se levanta, hasta que sale el sol. Con eso tiene bastante.

 

         Yo le pregunto: ¿y dentro de las cabañuelas, que es lo que observas Eugenio?

 

         Me contesta con gran seguridad: pues los vientos, que es lo principal, el color del cielo y el color del mar, (Capilerilla, es un lugar que  aunque se encuentra a 1.300 m sobre el nivel del mar, desde su terrazo, se ve el mar Mediterráneo, incluso, si el día es claro, se ve perfectamente África).

 

         Eugenio, solo mira a esa hora de la mañana y hasta que pinta el sol. Ya que después, tiene que ordeñar a su vaca Margarita, que es como se llama, recoger los huevos que ponen sus gallinas, darle de comer a cuatro cerditos. Tiene que ir al campo con sus 2 mulos, ya que tiene viñas y terreno que sembrar y cuidar. Pero ojo, él no quiere venenos los productos que cultiva, todo es ecológico. Quizá sea por eso la buena salud que aparenta. Incluso los tomates, me cuenta, no los encaña, los pone sobre un montículo de madera, para que crezcan “a su amor”.

Por cierto, me invita a un par de vasos de vino ecológico que él hace, acompañado con una tapa de salchichón, que también hace y está buenísimo. Dice que produce y vende casi doscientas arrobas de vino todos los años, aunque este año, ha estado más flojilla la producción.

         Seguimos con la conversación y continúa explicándome:

         El aire bueno es el que viene del poniente; si viene del levante, es malo, igual que el que viene del sur. El color del mar: si es oscuro, es que hay frío. Y si es claro, es que hay mejor tiempo. Pero me repite, todo lo hago antes de que pinte el sol.

Todo lo apunta en una libretilla de forma escueta, pero clara y profunda.

         Sobre los cambios, me expresa su preocupación porque hay estrellas, según me cuenta, que antes estaban y ahora no están. Han desaparecido las “cabrillas”, que son 2 filas de 3 estrellas, capitaneadas por una que va delante, que es el pastor:

                                        .

                                       . .

                                       . .

                                       . .

    

y los “astillejos”, también han desaparecido:     .

que son una fila de 3 estrellas.                 .

                                                 .

 

         Al final, me confiesa, que no quiere morirse sin saber la cantidad de agua que va a caer, pues él pronostica que va a caer agua, pero no sabe cuanto va a caer. Pero sigue estudiando para ver si algún día lo descubre. Me dice: si alguien lo sabe, que me lo diga.

         Para finalizar, nos vamos a tomar una cerveza a un hotel rural que está muy cerca, (como todo lo que hay allí), que se llama Hotel Maravedí y está regentado por Michel y Brigitte, con quienes continuamos la conversación. Allí me enseñan el observatorio astronómico que inauguran los suecos este mes de julio de 2009. Por tanto podemos decir que Capilerilla es un lugar de gran visibilidad y de poca o ninguna contaminación lumínica.

         Llega la hora de la despedida. Y lo hago con la sensación de que a Eugenio lo conozco de toda la vida.

 

 

 

                                     29 de junio de 2009.

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